Sin duda, esa polémica sobre la especialización o no especialización del nuevo método según cultura y religiosidad de sus destinatarios, la protagonizó en aquel primer momento, frente a Eduardo, D. Sebastián Gayá, un sacerdote ya muy prestigiado en la Isla pese a su juventud, responsable en Mallorca, por aquellos años, de la Pastoral Universitaria, y que sin embargo poco después asumiría un notable papel en la génesis de Cursillos, tras incorporarse como Consiliario al Consejo Diocesano de jóvenes y sustituir a D. José Dameto. Quizás el punto de inflexión en su actitud la marcara la intervención que tuvo Bonnín por invitación de Gayá, en 1944, en la «Escuela de Propagandistas» que este último dirigía, y en la que Eduardo expuso el esquema que había preparado como tema final de «su» método, el que pasaría a integrar el rollo de «Cursillista más allá del Cursillo», que describe con gran capacidad de síntesis el perfil del seglar que aspira a suscitar el Cursillo. O quizás el cambio de actitud de D. Sebastián ante los nacientes Cursillos no se produjera sino más tarde, cuando el Doctor Hervás le nombró Consiliario de los jóvenes con instrucciones de potenciar y supervisar el nuevo movimiento. Lo que es indudable por los datos que he recogido, es que Bonnín tuvo desde el primer momento un gran interés en que Gayá se sumase a su proyecto, y que éste así lo hizo tras resistirse algún tiempo por no asumir la dimensión intercultural (o interclasista) del método que se creaba.

Aparte de con Gayá, Bonnín tuvo que defender frente a muchos más su planteamiento de un Cursillo abierto a cualquier tipo de creencia, de cultura o de otras dimensiones de la persona, siempre que tuvieran inquietud personal y personalidad real (lo que él llamaba «médula» y «hueso»). Y así lo defendió, con escaso éxito entre los «selectos» –sacerdotes o seglares con estudios superiores–, y con buena acogida entre los más sencillos. La actitud permisiva de D. Jose Dameto fue entonces decisiva, y con un grupo de seglares, básicamente de ambientes rurales, que admiraban su convicción pero no entendían muy bien su contenido integro, Bonnín pudo organizar un Cursillo según sus esquemas.


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