“En 1948 fueron dos los cursillos que se impartieron con el nuevo método, y en fechas muy próximas entre sí. El primero de ellos se dio en Semana Santa, y en él dirigió el «retiro espiritual» el Padre Amengual y asumió la dirección espiritual el Padre Bartolomé Nicoláu, mientras actuó de rector José Ferragut, integrando su equipo de profesores Bonnín, Bartolomé Riutort y Juan Mir.

El siguiente Cursillo tuvo lugar en el mes de abril, también de 1948, bajo la dirección espiritual compartida de D. José Estelrich y D. Miguel Sastre, siendo su rector nuevamente Bonnín, y profesores Onofre Arbona y Antonio Salvà.

Hay dos rasgos peculiares de aquel Cursillo de la Semana Santa de 1948 que conviene subrayar.

Por una parte, se produjo en él por primera vez la distinción entre el sacerdote que impartió el «retiro espiritual» y el que dirigió espiritualmente el Cursillo propiamente dicho. Pocos sacerdotes estaban entonces en disposición de interrumpir sus actividades durante tres días y medio para dedicarlos a un método nuevo, diseñado por seglares, aún poco prestigiado y carente de estipendio. En cambio, era mucho más fácil convencer a reverendos inquietos y con prestigio para que dedicaran la tarde inicial del Cursillo y las primeras horas del día siguiente a exponer tres meditaciones sobre temas que ya les eran familiares, por estar entresacados del libro de los Ejercicios Espirituales de San Ignacio. El sacerdote director del Retiro regresaba a sus quehaceres ordinarios al terminar su intervención, es decir, antes de que se levantara la petición del rector de que los asistentes guardaran silencio, por lo que no llegaba a entrar en contacto personal con los cursillistas, ni con el ambiente específico del Cursillo.

El segundo rasgo destacable de este IV Cursillo es que el equipo seglar que lo dirigió integra quizá como ningún otro a los laicos que pueden considerarse a mi entender como fundadores del Movimiento en el más estricto sentido. De ellos, Bonnín y Riutort seguirán después activamente presentes en Cursillos hasta hoy mismo, y en cambio Ferragut y Juan Mir dejaran muy pronto cualquier protagonismo en el Movimiento, sin traumas ni rupturas. Es evidente que, de los cuatro, fue Bonnín el que plasmó el proyecto en esquemas de concepto y en directrices metodológicas, además de impulsar casi en solitario su puesta en práctica inicial; pero los otros tres estuvieron también implicados desde el primer momento. Con sus observaciones matizaron muchos elementos teóricos de Eduardo –sobre todo, Ferragut y Mir–, y con su apoyo práctico –especialmente Riutort– dieron forma concreta a lo que pudo quedarse en otro caso en un simple proyecto.

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